miércoles, 29 de diciembre de 2010

MARIANELA PREGUNTA

¿ Qué se puede decir sobre los días de otoño,
sobre la alfombra de hojas secas en el parque,
de la bruma espesa de los días de junio,
del vuelo simétrico de las aves emigrantes?

¿Qué agregar acerca de la noche de luna llena,
de las siluetas de los insectos nocturnos,
de las esquinas de las calles solitarias,
de los amores que cubren la profundidad de la noche?

¿Qué pensar sobre el porvenir ya consumado,
sobre la gris monotonía de los días laborales,
acerca de las sonrisas y las palabras falsas,
de las miradas caprichosas de las jerarquías casuales?

¿Quién podría explicar la soledad bajo mi techo,
las noches de vigilia en las horas sin término,
el silencio inmenso que golpea mis oídos
el sueño que alborota cada mañana mis auroras?

¿Cómo se puede comprender que entre tanto ser creado,
considerando incluso los deshechos de la humanidad
incluyendo otros anónimos seres desolados más distantes,
me espere en el ocaso, el lúgubre rincón donde yo yazgo?

¿Y qué incierto mañana plasmará la fuente,
el recóndito nervio de donde emanan día a día:
mis dudas, mis sollozos, mis impulsos, mis deseos,
lo más oculto, donde mis ojos la soledad no alcanzan?

¿Qué se puede decir sobre las miradas simples,
sobre las palabras vacías que cansan el oído,
que en absoluto avivan mis pupilas
que no logran desequilibrar los deseos de mis tímpanos?

¿Y quién podría desvelar la interrogación de mi vida,
y en una sola mirada, en una limpia caricia
contactarme de nuevo a mi raíz primera
remitirme a mi infancia, a los verdores ya idos?

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